Lazos

      No Comments on Lazos
Share Button

El lazo se había roto mucho antes de la partida.

Descosido y remendado, ambas intentaban ignorar el daño, actuaban como si nada —o al menos lo intentaban—. Los intereses en común se fueron diluyendo y nuevas amistades ocupaban cada vez más espacio en sus agendas. La vida les pasaba por encima y aquella amistad sincera nacida en la adolescencia se desintegró con la aparición de obligaciones; estudios, trabajos y amores que les quitaban el tiempo que solían pasar juntas. Y entre elecciones de vida, ya no se escogían la una a la otra.

Cuando llegó el momento de decir adiós, su amistad ya pendía de un hilo, aunque se esforzaran por disimularlo. Sabían que quizás no volverían a verse, que saldría caro llamarse por teléfono. Ninguna poseía el dinero suficiente para visitar a la otra, y si lo tuvieran, se irían de vacaciones a otro lado; quizás a recorrer Europa o a cumplir su sueño de viajar a Japón.

Nunca planearon separarse, pero al mismo tiempo sabían que era inevitable. Un nuevo empleo arrancó a una de las chicas de sus raíces y a la otra no le importó demasiado. Si la despedida hubiese sucedido cinco años atrás, quizás ambas hubiesen llorado. Pero ya no.

Una no fue a despedir a la otra al aeropuerto en el momento de su partida, ya se habían dicho adiós algunos días antes en un restaurante. No había sido una cena de despedida, sino una simple reunión más, quizás por otro motivo, un cumpleaños o algo así, daba igual. A ninguna le importaba realmente el separarse de la otra.

La cuestión es que no se volvieron a ver. No hubo despedida, ni carteles, ni regalos. Simplemente un adiós más, como cualquier otro.

Tal vez, en el fondo ambas sabían que el lazo terminaría de cortarse cuando el avión despegara. Si fue así, nunca lo admitieron, jamás lo dirán.

De vez en cuando intentan unir los extremos del último hilo con un buenos días y un ¿cómo va todo por allá?

Pero el lazo está roto.

Sus vidas transcurren sin notar la ausencia de quién alguna vez fue casi una hermana. Cumpleaños, navidades, bodas, nacimientos y muertes. No saben nada la una de la otra, incluso en estos tiempos modernos en los que podrían comunicarse diariamente por internet. Formaron sus familias y nuevos grupos de amigos, dejando atrás la década que pasaron juntas, aquel tiempo que creyeron sería eterno, los años en los que fueron inseparables.

Cuando abren sus placares y encuentran ropa que le pertenecía a la otra, se preguntan cómo alguna vez pudieron haberse vestido así. No desechan la prenda porque saben que no les pertenece, aunque tampoco la devolverán a su dueña original. En momentos como ese, un dejo de nostalgia se dibuja en sus rostros, pero pronto desaparece con la misma velocidad con que llegó.

Y a los restos del lazo que alguna vez fue resistente como el acero se los llevó el viento.

Quizás algún día el destino las reencuentre. Es posible que vuelvan a convertirse en dos desconocidas que descubren poco a poco todo lo que tienen en común. O podría ser que al reencontrarse no se reconozcan, que crucen dos o tres palabras en la calle y piensen, qué mujer insoportable.

Lo único que les queda son las fotos, recuerdos de años compartidos que permanecerán enterrados en algún rincón de la juventud que dejaron atrás.

Comments

comments

Leave a Reply

Your email address will not be published.