ANOTACIONES: Instrucciones para una mudanza

Share Button

Casi todos nos mudamos en algún momento de nuestras vidas. Hay personas que cambian de casa cada dos o tres años, otros, cada tres o cuatro décadas. Si todavía no te ha llegado el momento, no te agités. Bajá un cambio y tené paciencia que en algún momento arribará el día.

Solo recuerda que hay mudanzas fáciles y difíciles.

Algunos no se van muy lejos o tienen pocas cosas. Hay personas que cambian de departamento en un mismo edificio o que deciden mudarse de la casa de sus padres a otro hogar en la misma manzana (por si necesitan que alguien les cocine y les lave la ropa, claro).

También están los cachivacheros que son dueños de tantas boludeces que no entran en ningún lado. Se mudan cada vez a hogares más grandes solo porque necesitan suficiente espacio para tirar todas sus porquerías y conseguir más. No, no buscan casas mejores, sino peores. Las más económicas, las que se vienen abajo pero son enormes. Sí, esas mismas.

¡Ah! Y casi me olvido de las personas que se van de una ciudad a otra, de un país a otro o incluso de un continente al otro. Estos individuos tienen dos opciones: pagar por el envío internacional o escoger meticulosamente cada artículo que se trasladará con ellos. En caso de optar por esta segunda opción, también necesitarán tiempo para armar y desarmar cajas y valijas. Para cambiar de opinión veinte veces sobre qué es lo primordial y, claro, también para deshacerse de lo que sobra.

Pero sin importar la clase de mudanza, hay fenómenos y procedimientos que se aplican a todos los casos.

El primer paso es, obviamente, decidir mudarse. A veces no queda otra opción porque se nos vence el alquiler, nos casamos, conseguimos trabajo en otra ciudad o huimos de una posible invasión extraterrestre. Y cuando la decisión ya está tomada, comienza la travesía.

La familia entera, que puede estar constituida por uno o más miembros, empieza a buscar un nuevo hogar. Se decide un valor máximo a gastar —que siempre se supera— y una lista de comodidades que el sitio debe tener (cantidad de habitaciones, tamaño de la cocina, etc).

Los estilos de búsqueda difieren entre generaciones. Algunos revisan en diarios, otros van a las inmobiliarias y los más jóvenes, recurren a internet.

El resultado será cierto número de viviendas posibles que deberán discutirse en familia. Los que viven solos, discuten consigo mismos, con el espejo o con sus amigos imaginarios.

Descartadas un par de opciones, comienzan los llamados. Se solicitan fotos o un paseo por la edificación —dependiendo de la distancia—; se hacen preguntas, sugerencias y, en algunos casos, también se discute un precio. Todos sabemos que el cambio de propiedad es siempre más costoso de lo que esperamos, aunque a veces sea negociable.

Finalmente, la familia toma una decisión y firma el contrato. Mientras el papelerío se soluciona, surgen nuevas decisiones que tomar.

¿Quién se va a quedar con qué pieza?, ¿de qué color pintamos las habitaciones?, ¿hay que comprar muebles?, ¿tenemos que arreglar algo antes de ir?, y otras tantas preguntas sin respuesta obvia. Les advierto que habrá discusiones y peleas, algunas incluso podrían amenazar la situación familiar. En casos extremos, habrá personas que terminen durmiendo varios días en casa de sus padres o de amigos porque su familia está demasiado enfadada con ellos.

A esto se le superpone el embalaje de posesiones. Para los que no se mudan a menudo, se trata del paso más entretenido del proceso; pero los que ya han tenido varias experiencias de mudanza, consideran este requerimiento como un gran tedio.

Durante este período, se abren todas las cajas, cajones, cajitas y compartimientos de la vivienda a abandonar. Los miembros de la familia se encontrarán con objetos curiosos que creían perdidos desde hace años, o que incluso habían olvidado. Es común hallar fotografías viejas, bisutería —especialmente los aros a los que le faltaba el par—, envoltorios de golosinas, exámenes desaprobados que alguna vez se escondieron, monedas y tesoros piratas. Pero no todo es alegría ya que también aparecen insectos, ratas muertas y desechos de la mascota.

Los miembros de la familia llenarán numerosas cajas con sus pertenencias y dejarán atrás los objetos que no deseen llevarse a su nuevo hogar. Esto resulta en montones de bolsas de basura, regalos, ventas online y donaciones a iglesias y asociaciones afines. Es un dolor de cabeza y nadie quiere responsabilizarse por lo que sobra. La tarea suele ser pateada siempre hasta último momento.

No olvidemos que mudarse es una inversión.

A muchas personas les agrada la idea de comenzar desde cero, así que cada vez que cambian de casa, compran mobiliario nuevo en cincuenta cuotas de su tarjeta de crédito que nunca terminarán de pagar.

Por fortuna, si el siguiente hogar no queda muy lejos, será la familia quien se encargue de pintar las habitaciones y arreglar cualquier problema que la construcción posea. Los que pasan por esta situación sufrirán de dolor muscular por varios días.

Sin embargo, si el futuro hogar queda lejos, simplemente se contratará al personal indicado para cada tarea, dando así una terminación profesional a la casa. Hay que tener en cuenta que este es un proceso costoso. Lo repito una y otra vez por si planean mudarse pronto.

Los últimos días en la vivienda original son tristes. En la mayoría de los casos, todo está en cajas, se cena comida rápida y se duerme en el piso. Además, las personas sienten el estrés y el cansancio por el trabajo realizado en las últimas semanas. Esto puede derivar en internaciones en el hospital, bajas notas en los estudios y falta de atención en el trabajo.

El trayecto al nuevo hogar varía, dependiendo de cada situación.

Algunas familias logran transportar sus pertenencias en reiterados viajes con su propio vehículo, otros contratan un flete y, quienes cambian de continente, simplemente deben pagar por equipaje extra o dejar las cajas en su casa para que las retire la empresa de containers internacionales.

Tocarán otra vez un par de días desorganizados de vivir entre cajas. Si la familia tiene tiempo, en dos días la casa estará lista. Sin embargo, si la mudanza se produce en medio de la semana y los miembros de la familia trabajan, las cajas deberán esperar al finde. Esto conlleva a más días de dormir en el piso y pedir pizza o helado a domicilio. Notemos no hay cena más válida que el helado para alejar el estrés.

Es una verdad comprobada que durante primeros meses en el nuevo hogar, la familia mantendrá todo bajo control, limpio y ordenado. Incluso las personas más despelotadas. Sin embargo, también es cierto que en un par de años las paredes estarán descascaradas y los muebles, cubiertos de tierra. Las familias más limpias mantendrán su mugre en las habitaciones para que los invitados no lo noten, pero no hay casa que luego de un tiempo siga como nueva.

Y cuando el desastre sea insoportable, cuando la familia se agrande o cuando se hayan comprado tantas cosas nuevas que no exista dónde ponerlas, llegará el momento de la siguiente mudanza.

Comments

comments

Leave a Reply

Your email address will not be published.