En mis viajes aprendí que no hay límite para el precio de una taza de té en las cafeterías de los grandes museos, y que que el motivo detrás del precio de los brownies es, ni más ni menos, que para satisfacer la necesidad que cada museo tiene de adquirir nuevas piezas en subastas. Y ni hablar del valor de un almuerzo completo; cada vez que un visitante paga por el combo, el museo compra un nuevo cuadro de Picasso.