Un adiós en la oscuridad, resonando en el pasillo vacío. El hasta luego lleno de promesas que no se cumplirán. Quizás, un nos vemos más tarde seguido por el momento que nunca llegó. En Argentina, un simple chau por tiempo indeterminado, sin ataduras ni lazos. Tal vez, un hasta mañana sin futuro, condenado por Cronos a no ocurrir. O el buenas noches inocente que no sospecha que el siguiente día no habrá a quién saludar.
Graduaciones que no llegan, hijos sin padres, nietos sin abuelos. Compañeros que se esfuman y jefes que se retiran antes de tiempo. Pequeños que no se vuelven adultos y adultos que podrían quedarse un tiempo más. Corredores que no alcanzan la meta, que no terminan la carrera.
Despedidas de todo tipo, sinceras y forzadas, cariñosas y hostiles. Promesas de reencuentros que no siempre tienen lugar. Partidas inesperadas y temidas; tempranas y tardías.
Sucesos que nos ahogan y colman cada hora de vacío. Hechos que nos atrapan en pozos sin fondo, haciéndonos buscar una cuerda por la cual trepar.
Despedidas sin futuro. Un hasta nunca que no nos atrevemos a pronunciar.
Y al desvanecerse el día, una persona que ya no está.
La despedida final.